Al pequeño Daniel no le gusta la Navidad. Si acaso las luces del árbol cuando parpadean, el turrón de chocolate y no tener que madrugar para ir al colegio.
Microrrelato
Ya no sabían ni a quién proteger. El crecimiento de los ingresos un día tras otro había acabado con todos los recursos del hospital. El suministro de medicamentos hacía mucho tiempo que se había suspendido.
Nada más levantarse llena un vaso con la leche recién sacada de la nevera, lo bebe de un trago y corre a limpiar todos los exabruptos, reproches e insultos que ha vomitado su marido durante la noche.
El microrrelato es un arte. Como pintar un cuadro, componer una canción, hacer una tortilla de patata o escuchar. No, no sirve cualquiera. Tiene que ser intenso, arrollador, corto, impactante, sugerente, atrevido.
El sol se atusa los rayos todavía somnolientos que se reflejan en los adoquines desgastados de la Cuesta de Santo Domingo. Faltan tan solo unos minutos para que comience el encierro.
—Por favor, por favoorrr —grita alargando la última sílaba y los brazos para intentar retenerme. Y su voz suena con el dramatismo de una novela de Dostoyevski.