Frota con insistencia la lápida, como si quisiera eliminar el nombre que aparece grabado en la piedra.
Microrrelato
En el despacho de Clara Campoamor, la luz de la tarde se filtra a través de las cortinas, proyectando sombras alargadas sobre una desgastada carpeta.
El sonido del cucú marca el pistoletazo de salida. Desde su posición privilegiada, el reloj de la torre controla la carrera y los espectadores aplauden entusiasmados con sus manecillas.
Era el mejor de los tiempos, cuando ser feliz consistía en chapotear en el estanque en verano y jugar al monopoly en las frías tardes de invierno.
Gracias a papá he sacado un 6 en matemáticas. Cuando llega de trabajar, se sienta conmigo a hacer los deberes.
Bastó una mirada para vernos y empezar a salir juntos, sin alharacas, como quien respira o parpadea. Me gustan sus cicatrices, su barba espesa, la camisa dos tallas más grande
Él duerme hace rato, le gusta madrugar. Mientras ella se desviste a su lado en silencio, contempla con nostalgia la foto del lago sobre la cómoda.