Soy una mujer gris. Anodina y gris. De esas que cuando se miran en el espejo se confunden con el azogue y parece que no existen. Pero no siempre fue así. De niña era risueña, curiosa y con una imaginación desbordante que me trajo mil y un problemas en casa […]
Hoy está muy guapa con ese vestido nuevo, pero hay algo en su mirada vacía, algo roto. Sus manos tiemblan mientras nos baña, nos viste, nos peina.
Ya está aquí la Navidad. Cada año llega antes: no sé si es ella la que tiene ganas de vernos o somos nosotros los que no vemos el momento de volver a casa por Navidad. (Este anuncio es como el de las muñecas de Famosa: imperecedero. ¿Cómo, que no conoces […]
Antes de acostarnos, mis padres nos ponen en fila y hacen un recuento rápido: uno, dos, …, ocho, nueve y diez.
Mejor esperamos hasta mañana, dice mi madre cuando viene a despertarme. Anoche, tras una larga discusión, prometió que hoy me dejaría ir solo al colegio, pero una vez más no va a cumplir su palabra.
Se pasa el día programándome la vida: ahora hacemos esto, gira hacia el otro lado. Hasta el tiempo me controla y mis movimientos para que todo esté a su gusto.
Lo primero que hago es ponerme el dorsal. Luego me recoloco la hoja de parra y, con ayuda de una pequeña rama de alcornoque, sujeto mi melena en un moño, arranco una manzana del árbol prohibido y la mordisqueo mientras me dirijo con parsimonia a la línea de salida.