Tuve que interrumpir mis vacaciones para relevar al juez titular, indispuesto tras ingerir churros en mal estado en la feria.
Microrrelatos
El sonido del cucú marca el pistoletazo de salida. Desde su posición privilegiada, el reloj de la torre controla la carrera y los espectadores aplauden entusiasmados con sus manecillas.
Era el mejor de los tiempos, cuando ser feliz consistía en chapotear en el estanque en verano y jugar al monopoly en las frías tardes de invierno.
Esta vez se ha presentado con día y medio de antelación. Que no podía esperar más, me dice mi cumpleaños con la sonrisa tapándole toda la cara, además, no tenemos tiempo que perder, añade. Y aprovechando mi desconcierto, pasa hasta la cocina
¿Os habéis fijado que antes, cuando alguien moría en un libro, siempre llovía? Y es que la lluvia ayudaba a crear ambiente. Sus tonalidades plomizas y húmedas subrayaban la tristeza y el recogimiento y amplificaban el dolor de la pérdida. El cielo lloraba y los personajes, también. Tenía coherencia.
Cada vez que llueve el mundo se desdibuja. Solo la vegetación reverdece. La gente corre sin rumbo y los que sobreviven pierden brazos, pies, orejas o cualquier parte del cuerpo mojada.
Hoy estamos de celebración en casa: él cumple un año como libro y yo, como autora. 🥳🤩 No sé vosotros, pero yo voy a seguir comiéndome la vida a bocados.