CONTRA RELOJ

El sonido del cucú marca el pistoletazo de salida. Desde su posición privilegiada, el reloj de la torre controla la carrera y los espectadores aplauden entusiasmados con sus manecillas.

En la segunda vuelta, el carrillón es amonestado por golpear con su péndulo oscilante al joven reloj de pared que trata de rebasarlo. Minutos después, suena la alarma: el reloj de arena tiene que abandonar por fuertes dolores intestinales; el exceso de sudor le ha provocado una grave oclusión y es trasladado de urgencia al taller.

Los corredores entran en la recta final muy igualados. El analógico parece tener cuerda para rato mientras que el digital hace números para controlar el esfuerzo. El de sol comienza a retrasarse cuando una nube traviesa se cuela en el cielo. Al fondo se puede ver ya al cronómetro esperando y en las gradas estalla un auténtico clamor de tic tac, timbres y campanadas con el esprint final. Gana por la mínima un desaliñado reloj de bolsillo.

Y pensar que su dueño lo había desechado porque adelanta.

Relato publicado en el libro «Un tiempo breve». Esta Noche Te Cuento.

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