Recuerdo perfectamente el día que nos marchamos. Aún no había amanecido, lloviznaba y el motor del coche protestaba pasado de revoluciones. Demasiada carga, dijo mi padre quebrando el silencio. El volante se le clavaba en los nudillos y unas tímidas gotas de sudor le brillaban en las sienes. Mi hermano dejaba caer por la ventanilla las migas de pan que le arrancaba al bocadillo y yo era incapaz de apartar la vista de la carretera, negra como el futuro.
Nico, mi mejor amigo, se había marchado el curso anterior. Y el panadero, el cura, el boticario. Poco a poco el pueblo se quedaba vacío. En la ciudad la niña podrá estudiar y labrarse un porvenir, repetía machacona mi madre mientras ordeñaba las vacas o entresacaba las lentejas, y nos convenció. Al principio volvíamos en verano. Después fuimos espaciando visitas y ampliando distancias.
Enciendo el ordenador. En diez minutos tengo reunión por Skype, pero antes llamo a Nico para preguntarle por su mujer. Él también regresó al pueblo con su familia el año pasado. Ha sido niña, dice con júbilo en la voz.
Acaricio mi vientre abultado por el embarazo. Quizá pronto podamos abrir la escuela otra vez.
IX Certamen de microrrelatos «Javier Tomeo» de temática social. Asociación Literaria y Artística Poiesis y la publicación Compromiso y Cultura.
PUBLICADO EN LA REVISTA DE FEBRERO
21 ideas sobre “FUTURO”
Preciosa historia! 🥰
Muchas gracias, Hanna. Ojalá algún día se haga realidad. 🥰
Estoy segura de ello!! Donde pones el pincel de la creación, estás haciendo tu propia historia!
Enhorabuena, Margarita. Este año estás tú a tope en este certamen🥰El relato es precioso, me encanta.
Este año estoy teniendo suerte con ellos, es cierto. Siempre que participo, me acuerdo de ti: tú me lo diste a conocer, así que ¡gracias por partida doble! Espero que coincidamos pronto entre sus páginas. Un abrazo
Precioso, Margarita.
Me alegra que te guste, María Patricia. Y que me lo digas. ¡Muchas gracias!
Muy bonita historia. Pero creo que sigue apostando por llenar las ciudades y vaciar el mundo rural. Y todos venimos de allí aunque naciéramos aquí.
Mientras en los pueblos no estén cubiertas las necesidades básicas (escuelas, médicos, bancos) ni existan facilidades para poder trabajar, como internet, va a ser harto complicado revertir la situación. Y sin agricultura y ganadería, pronto moriremos todos de inanición. No quiero ni imaginarlo.
Qué bien has reflejado la realidad de nuestros pueblos.
Muchas felicidades, es precioso.
Besicos muchos.
Se nos mueren. Y con ellos, nuestras raíces. Confío en que lleguemos a tiempo.
Mil gracias, Nani.
Un beso grande
Hola, Margarita.
Una historia preciosa que nos acerca tanto a la realidad, que nos muestra un futuro esperanzador, pero poco realizable.
Las ciudades tienen todas las comodidades y, sobre todo, todos los adelantos tecnológicos que ahora demandamos. Es normal la despoblación rural y llegará un momento en que perdamos los orígenes, el contacto con la tierra y las bases de nuestra alimentación. Las futuras generaciones conocerán las granjas, los cultivos y toda referencia al sector Primario de forma virtual; comerán alimentos creados artificialmente y terminarán rodeados de animales robotrónicos.
Es muy posible que esta evolución sea imparable, pero es triste dejar morir nuestros campos.
Con el teletrabajo y un poco de esfuerzo e interés por mejorar los entornos rurales, tus protagonistas serán un precioso ejemplo para evitar todo esto. ¡Ojalá!
Un Abrazo.
Tú los has dicho, Jose Antonio, ojalá. Porque no me imagino el mundo sin los pueblos. Aunque parece que estamos condenados a comer alimentos procesados, a bañarnos en piscinas artificiales por falta de ríos, a buscar la palabra ordeñar en el diccionario (y que ponga «en desuso»), a correr por pistas de atletismos y a criar gallinas de cerámica en la repisa del salón.
Y como ya le he dicho a CarMac, no es fácil vivir sin médico ni cajeros automáticos o trabajar sin internet, por poner solo algún ejemplo. Quién sabe, quizá después de llegar a la luna, el Hombre invente la manera de reconquistar algún pueblo perdido y moribundo fosilizado bajo las nieves y nos permitan pagar cantidades ingentes por pasar en él una temporadita.
Si se mueren los pueblos, todos morimos un poco; o del todo.
Un abrazo
Las migas del pan nuestro de cada día. Excelente cuento. Gracias.
Gracias a ti, Carlos. Que no nos falten esas migas de pan que nos indican el camino de vuelta.
Margarita, ¡ Que bonitoooo!
Me ha parecido un relato precioso, sin duda fruto de tu alma romántica y entusiasta con todo lo que tiene que ver con los sentimientos.
Es evidente que la situación de despoblamiento rural no invita al optimismo y parece imparable y, como dices en los comentarios, sin agricultura ni ganadería la cosa no pinta bien.
No sé si este problema tendrá que ver con la noticia que leí en prensa hace unos días (por la que se me pusieron los vellos como escarpias), que decía que la Unión Europea había autorizado otros cuatro tipo de insectos para el consumo humano.
Esperemos que cambiar filetes por grillos no sea el futuro que nos espera.
Te reitero mi enhorabuena. Un relato sobresaliente y conmovedor.
Besos.
Comer grillos no suena muy romántico, quizá porque yo los oía cantar tumbada en el prado del pueblo, cuando iba en verano, después de haberme pasado el día correteando entre gallinas, conejos y cerdos y de haber intentado una vez más, en vano, ordeñar una vaca. Aunque no olvido nunca que no era lo mismo pasar allí un mes y luego volver a la comodidad de mi casa que estar todo el día limpiando cuadras y arando tierras, siempre con la vista en el cielo cuando no llegaba la lluvia o porque llegaba demasiado pronto y en forma de granizo.
Esperemos que no, Javier, que los pueblos no desaparezcan. Ni los sentimientos. Ni los buenos amigos.
Un beso
A ver si al menos os ponen cajero automático.
Y a ser posibles, sin comisiones.
Muy bonito
Muchas gracias, Juan Carlos ☺