Era el mejor de los tiempos, cuando ser feliz consistía en chapotear en el estanque en verano y jugar al monopoly en las frías tardes de invierno. Hasta aquel fatídico día en que me entretuve demasiado haciendo negocios en Cea Bermúdez y mis hermanos se cansaron de esperarme y guardaron el juego conmigo dentro. Al principio no me importó, el silencio era agradable y tenía casas de sobra para vivir. Pero con los años empiezo a aburrirme, la verdad. Madrid es muy bonito, pero me gustaría conocer, aunque sea Cuenca, antes de morirme.
Primer premio en la XI Microquedada. Madrid 2024
18 ideas sobre “TIERNA INFANCIA”
Ya lo dijo el de martes y trece. Esto hay que tenerlo en Cuenca.
Y qué razón tenía. Si en Cuenca son capaces de colgar una casa, qué no harán con una lámpara.
¡Magistral!
Gracias, Carlos. Si vienes a Madrid, te alquilo una habitación por un módico precio de papel 😉
Hola, Margarita.
¿La claustrofobia de nacer, vivir y morir en el mismo sitio?
Madrid no es el sitio de mis sueños para vivir, a pesar de que mi hijo se ha trasladado allí. Prefiero un lugar más pequeñito y tranquilo como el mío (aunque gracias al turismo, lo segundo se esté perdiendo).
Excelente micro con mucho contenido «para jugar».
Abrazo grande.
Hola, Jose Antonio.
Estoy casi recién llegada de Madrid (y esta vez la visita no ha sido para hacer exámenes) y lo he disfrutado como una niña en un parque de golosinas. Me encantan las golosinas.
Supongo que la rutina acaba por teñir de sombras la ciudad en la que vivimos, independientemente de su tamaño y del sol que la alumbre y por eso necesitamos convertirnos en turistas y viajar, aunque sea solo hasta la orilla del río que pasa tres calles más abajo.
Lo que sí sé con certeza, no es una suposición, es que a mi edad también prefiero los lugares más pequeños para vivir. O mejor dicho, prefiero la tranquilidad. Pero, ay, qué escurridiza es la tranquilidad. Y caprichosa. Fíjate que el pasado fin de semana se marchó a Madrid y, claro, no me quedó más remedio que ir tras ella.
Ya hemos vuelto a casa. Al menos yo.
Un placer «jugar» contigo.
Abrazote 🌼
La infancia es un territorio pleno de inocencia y de disfrute del aquí y ahora. Cumplir años te aleja de esa inocencia y conlleva el riesgo de hacerte perder esa capacidad de aprovechar el momento por preocupaciones futuras o por engancharte en el «me estoy perdiendo esto o lo otro». Parece que tu protagonista, a fuerza de tiempo y, ante todo, soledad, ha perdido de esa capacidad de asombro y de goce. Igual es cuestión de que no pare de tirar los dados hasta que salga el número que lo haga libre, como en el universo del juego de «Jumanji»…
Con tus relatos, Margarita, no hay edad que valga para asombrarse con la imaginación que nos regalas 🙂 Un cinéfilo abrazo.
Se ve el mundo desde muy abajo cuando eres una niña, igual ahí está la magia de la inocencia, en todo lo que nos falta por ver y descubrir y comprender. Pero cuando ya has habitado todas las instalaciones del monopoly, hoteles de lujo incluidos, el tablero se queda pequeño.
No es mala opción esa de tirar los dados hasta que en uno de ellos salga un siete. Me pongo ahora mismo a ello. Pero antes te dejo aquí mi abrazo. La sonrisa que me produces con tus comentarios no, esa me la llevo conmigo. 🤗🧡🌼
Qué bueno !!
Te puedes comprar cualquier calle y hacerte casas y chalets. Cuidado con la cárcel . Poco divertido estar sola . A ver si a alguien se le ocurre un cambio en el juego . No desesperes ya se abrirá . Enhorabuena !!
Hay de todo aquí dentro, pero sí, falta lo más importante: alguien con quien compartirlo o, al menos, a quien contárselo. Y me sé todas las calles de memoria ya, un viajecito a la sierra tampoco estaría mal. 😅
¡Gracias, Eva!
Un relato original y sorprendente, como tú dices a veces: «marca de la casa».
Enhorabuena también por aquí, Margarita.
El premio de verdad fue compartir con vosotros un fin de semana tan especial. Enhorabuena a ti por todo el trabajo que hiciste (junto con el resto del equipo) para que los demás solo tuviésemos que dejarnos querer. Un millón de gracias, Ángel.
Excelente y hermoso, Margarita.
Muchas felicidades!!
Besicos muchos.
Por suerte en Cea Bermúdez hay conexión a internet para poder recibir tus besicos.
Muchas gracias, Nani. Un beso grande.
Estupendo relato Margarita que, además, en cierta medida, me ha recordado alguna de las tardes de invierno de mi infancia. Unas tardes envueltas en un encanto especial, que comenzaban desplegando con cuidado el tablero del Monopoly, casi como si fuera un tesoro. Tardes en las que el tiempo pasaba desapercibido, fluctuando entre la alegría de comprar propiedades, las duras negociaciones para intercambiarlas y la frustración de caer en las casillas de impuestos o en la cárcel, hasta que alguien se alzaba victorioso cual magnate inmobiliario. Pero con independencia del resultado, el verdadero premio siempre era el tiempo compartido con familia y amigos (como ocurre en todos los órdenes de la vida).
Un beso
Antes de nada, te pido disculpas, Javier, no sé cómo se me ha podido pasar tu comentario. Parece que Madrid, aunque sea el del monopoly, me confunde. Y todavía estoy con la emoción de ese maravilloso fin de semana: pura alegría, los únicos impuestos eran los abrazos tanto tiempo postergados y las únicas negociaciones, si me gusta más este micro o este otro, no mejor aquel y este también. Todos magnates, cada uno con su estilo a cuestas. Porque sí, entonces y ahora el verdadero premio es siempre el que compartimos con las buenas personas. Incluso si pierdes al mus.
Un beso.
PD. Estoy yo pensando que ya tenemos unos cuantos abrazos postergados, ¿no? Habrá que sacar la baraja.
Magnífico. Un saludo.
Me alegra que te guste. Muchas gracias, Azurea.
Un saludo.