MADRE NATURALEZA

Me dejó plantado en la primera cita. No me quejo, me cuida bien. Está pendiente del riego, me abona con regularidad y me poda las ramas que me brotan en el estómago estropeando mi silueta. Ella dice que eso me pasa porque no hago suficiente ejercicio. Y tiene razón, me agota estar todo el día moviendo las ramas al ritmo del viento. Además, espanto a los pájaros, y echo de menos su compañía y sus trinos en el oído. Pensé que a ella no le importaría mi exceso de frondosidad, que me querría igual, y, aunque me asegura que sí, ya no es lo mismo, lo noto: antes, cuando me salían flores en la barba, las cortaba y las ponía en un jarrón —así la casa huele a ti, decía picarona—, pero desde que me sacó un esqueje, solo tiene mimos para él.

Publicado en Diario Sur Málaga

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