El pronunciamiento del juez fue claro: debía abandonar mi casa. Se la había donado a mis hijos para evitarles trámites burocráticos
Finalista
Se adentra en el agua hasta que las olas encrespadas por la fuerza del viento le alcanzan casi la cintura. Con gesto torpe y frenético lanza una a una todas las botellas que le quedan lo más lejos que le alcanzan las fuerzas y espera,
Me llamo Adrián, hoy cumplo quince años y todavía no tengo claro qué quiero ser de mayor. Dice la psicóloga que eso es porque carezco de referentes importantes en mi vida.
A mamá le dieron una conciliación. Nos explicó que eso servía para poder ir más tarde al trabajo, cuidar mejor del hermanito que vive en el interior de su barriga y estar más tiempo juntos. Mi mamá es abogada y defiende a los buenos.
Cada vez que llueve el mundo se desdibuja. Solo la vegetación reverdece. La gente corre sin rumbo y los que sobreviven pierden brazos, pies, orejas o cualquier parte del cuerpo mojada.
Tiene que madrugar si quiere pillar sitio. Cada vez son más los que salen a pedir y hay que espabilarse para llegar el primero. Está harto de pelearse por las esquinas.
Había pedido a los Reyes Magos que le devolvieran a su papá y, ya de paso, si les sobraba alguno, un coche rojo teledirigido como el que había visto en un escaparate. Durmió poco.