Nunca me arrepentiré lo suficiente de lo que le hicimos al pobre Ernesto. En aquella época teníamos tan solo ocho años, aunque suene a ridícula excusa, y su madre hacía las lentejas más deliciosas del mundo,
Finalista
Cae la noche. Con el frío que hace ni siquiera las estrellas se atreven a salir. En la habitación de un cuarto piso sin ascensor
Al pequeño Daniel no le gusta la Navidad. Si acaso las luces del árbol cuando parpadean, el turrón de chocolate y no tener que madrugar para ir al colegio.
Siempre he sido un juez implacable y distante. Y cruel. Extremadamente cruel. Incluso antes de desperezarme y poner un pie en el suelo
El panel de expertos discute acaloradamente. Hablan muy bajo. Mi mujer dice que es por temor a que podamos enterarnos de lo que dicen.
El pronunciamiento del juez fue claro: debía abandonar mi casa. Se la había donado a mis hijos para evitarles trámites burocráticos
A mamá le dieron una conciliación. Nos explicó que eso servía para poder ir más tarde al trabajo, cuidar mejor del hermanito que vive en el interior de su barriga y estar más tiempo juntos. Mi mamá es abogada y defiende a los buenos.