HERENCIAS

Frota con insistencia la lápida, como si quisiera eliminar el nombre que aparece grabado en la piedra.

Se le agrietan las manos de tanto sumergirlas en el agua helada, y ni así consigue zafarse de la culpabilidad que se le enreda entre los dedos. Aunque lo peor es esa obstinada letanía que le martillea la cabeza día y noche: por qué no la ayudó, por qué ocultó sus moratones bajo la pestilente costra del miedo que le dejó en herencia. Ya es demasiado tarde para buscar respuestas. O quizá no, piensa, mientras se seca las manos en el abrigo y coge en brazos a su nieta.

—A ti no te contaré cuentos —le susurra con dulzura.

Y lentamente, con pasos cada vez más firmes, se alejan del cementerio.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

12 ideas sobre “HERENCIAS”