Tuve que interrumpir mis vacaciones para relevar al juez titular, indispuesto tras ingerir churros en mal estado en la feria.
Archivos anuales: 2024
Se llamaba Felisa. Desde que tengo uso de razón la recuerdo vestida de negro de pies a cabeza. Lo único que dejaba a la vista de miradas ajenas eran sus manos nervudas y estrechas y la cara deslucida por una nariz prominente semejante al pico de un ave rapaz sobre […]
El sonido del cucú marca el pistoletazo de salida. Desde su posición privilegiada, el reloj de la torre controla la carrera y los espectadores aplauden entusiasmados con sus manecillas.
Era el mejor de los tiempos, cuando ser feliz consistía en chapotear en el estanque en verano y jugar al monopoly en las frías tardes de invierno.
Esta vez se ha presentado con día y medio de antelación. Que no podía esperar más, me dice mi cumpleaños con la sonrisa tapándole toda la cara, además, no tenemos tiempo que perder, añade. Y aprovechando mi desconcierto, pasa hasta la cocina
¿Os habéis fijado que antes, cuando alguien moría en un libro, siempre llovía? Y es que la lluvia ayudaba a crear ambiente. Sus tonalidades plomizas y húmedas subrayaban la tristeza y el recogimiento y amplificaban el dolor de la pérdida. El cielo lloraba y los personajes, también. Tenía coherencia.
Cada vez que llueve el mundo se desdibuja. Solo la vegetación reverdece. La gente corre sin rumbo y los que sobreviven pierden brazos, pies, orejas o cualquier parte del cuerpo mojada.