Se pasa el día programándome la vida: ahora hacemos esto, gira hacia el otro lado. Hasta el tiempo me controla y mis movimientos para que todo esté a su gusto.
Y es que quiere ser chef. Que le encanta la «nouvelle cuisine», dice con acento de Galapagar mientras busca las recetas en mi móvil y, de paso, me borra algún contacto.
He tardado en darme cuenta, pero acabo de escribirle un manual de instrucciones y se lo he dejado junto a mi carta de despedida. Y ya me siento viva al fin y no como una simple robot de cocina.
25 de noviembre. #DíaInternacionaldelaEliminacióndelaViolenciacontralaMujer
8 ideas sobre “MANUAL DE INSTRUCCIONES”
Amor y posesión no son sinónimos, como algunos se piensan, sino incompatibles, igual que personas y robots nunca serán iguales, aunque algunos se confundan. Sí que evolucionamos, o eso parece, al menos en algunas zonas, pero despacio. Buena historia, Margarita.
Pequeños detalles que se interpretan erróneamente como pruebas de amor y que si no se atajan a tiempo pueden convertirse en «pruebas de vida». ¿Qué nos pasa?
Gracias, Ángel. Un abrazo.
En esta ocasión no voy a entrar en el fondo del relato (que tiene enjundia y mucha) y me voy a quedar sólo en la superficie, porque me ha hecho gracia, toda vez que me he visto completamente retratado.
No llego a chef de nouvelle cuisine, pero hago mis pinitos con la Thermomix. Enredo con el móvil para pasarle las recetas a la máquina y me salen unos platos para chuparse los dedos. Pico, amaso, mezclo, cocino, hago salsas, sopas, o postres. Incluso me he atrevido con un arroz con bogavante que te quita el sentido jajaja.
A ver si nos vemos y así lo probáis.
Un beso
La superficie (del mar) es el mejor lugar para no ahogarse 😉 Y dicha semejante bobada: sí, sí quiero probarlo todo.
Lo tuyo es una auténtica evolución, o revolución, oye, que yo me quedé en tus macarrones con tomate y en el delantal cuqui y mira dónde estás ya. No hay nada como unos botoncitos y redes intergalácticas para trastear, eso motiva, vaya si motiva.
Pues eso, que me apunto. Eso sí, tendrás que arriesgarte a la comparación, porque yo conozco a uno, que me quita el sentido, que cocina un arroz con bogavante rico, rico, rico (y a falta de poder probar el marisco, seguro que prueba la maquinita).
¡A seguir disfrutando!
Un beso
¡Ay, la libertad de sentirse perdido y decidir tus propios errores!
Hoy en día nos quieren hacer creer que necesitamos guía hasta para ir al cuarto de baño.
Felicidades por esa Carta de Despedida.
Genialísimo micro, Margarita.
Abrazo Grande.
Y qué miedo da sentirse perdido. Quizá por eso nos empeñamos en escribir manuales, – para otros, eso sí -, pero no cartas de despedida (una terapia fundamental y tan necesaria).
A ti siempre siempre una carta de bienvenida.
Un abrazazo y mil gracias, Jose Antonio. 🌼
Un robot de cocina muy listo, desde luego. El momento de la liberación debió resultarle una experiencia bien grata. La comparación con las personas es inevitable. El problema para el humano viene cuando no se decide a escribir la carta de despedida y el momento de liberarse no llega. Lo de dejar hecho un manual de instrucciones es todo un detalle.
Un microrrelato directo y con un contenido que hace reflexionar sobre las servidumbres de la vida.
Los robots son más listos porque, al menos de momento, no tienen emociones o, como diría mi madre, ni sienten ni padecen, y así es fácil decir «adiós, que te vaya bien».
Las emociones siguen siendo las grandes olvidadas a pesar de los avances educativos y sin ellas no hay manual de instrucciones que funcione.
Gracias por tu reflexión, Marcos Manuel.
Un saludo