Nunca me arrepentiré lo suficiente de lo que le hicimos al pobre Ernesto. En aquella época teníamos tan solo ocho años, aunque suene a ridícula excusa, y su madre hacía las lentejas más deliciosas del mundo, con tropezones de chorizo y un sabor a tocino que se te quedaba impregnado en la memoria del paladar durante meses. Por si fuera poco, tenía las manos siempre dispuestas para acariciarle la cara, los hombros, la espalda. ¡Y cómo le sonreía con los ojos! La envidia nos corroía las entrañas y le odiábamos por ello. Por ella. Le poníamos la zancadilla, rompíamos sus deberes, escondíamos sus zapatos para que llegase tarde y le dejasen sin recreo. Y entonces ella le abrazaba con más cariño si cabe y le secaba las lágrimas a besos y le hacía cosquillas hasta que estallaba en carcajadas.
A punto de empezar el verano, fuimos de excursión y, cuando nadie miraba, lo empujamos por un barranco. Todos creyeron que fue un accidente y no pasó nada, pero yo no he podido superarlo todavía. Su madre, la única madre que había en el hospicio, se marchó para siempre. No he vuelto a comer unas lentejas como las suyas.
Finalista en el X Concurso de microrrelatos Lenteja de Tierra de Campos. Mayorga (Valladolid)
28 ideas sobre “ERROR IMPERDONABLE”
Menos mal que a mí nunca me han gustado las lentejas.
Vuelves a sorprenderme con un relato ajustado a tu estilo que te va llevando de la mano hasta su sorprendente y sentenciado final.
Y hablando de sentencias…, vaya, vaya, con la «caza de brujas/brujos» que están haciendo en la Abogacía.
Jo, Guillermo, con lo buenas que están las lentejas; aunque ya sabes lo que dicen: «si las quieres las tomas y si no, las dejas». Y lo mismo pasa con «los estilos»: está claro que no a todo el mundo le gusta el nuestro. Una de dos, o cambiamos de estilo o cambiamos de concurso.
En fin, seguiremos intentándolo mientras la imaginación aguante.
Un abrazo y mil gracias por tu visita.
Magnífico y terrible…
Lo que más miedo me da es que cualquier día salga una noticia parecida en el telediario. Ojalá no exceda nunca el plano de la ficción.
Muchas gracias, Fanny
Definitivamente voy a tener que preocuparme. Te veo un poco pesimista últimamente, lo que no quita para que la realidad supere a veces a la ficción, como desgraciadamente hemos podido comprobar en las noticias en estos días, viendo las terribles consecuencias del bullying en dos preadolescentes.
No obstante, a ver si cambiamos de registro para la próxima, que con los buenos ratos que me haces pasar leyéndote, y lo bien que se te dan esos toques de fino humor que a veces introduces, en esta ocasión me has dejado aquí con la depre.
Besos, muchos.
Haces bien en preocuparte: lo noto hasta yo, así que fíjate. (Y el que he escrito hoy, no quieras leerlo 🤦♀️). No sé si son estos vientos de levante, el frío, la lluvia inclemente o tanta noticia inverosímil pero real lo que me lleva a escribir en esta tonalidad; no se me ocurre nada bueno. Supongo que es mi manera de exorcizar los demonios.
Pero sí, a ver si vuelven el humor y la cordura, sobre todo la cordura, que falta nos hace.
A la depre llévala a dar una vuelta; igual hay suerte y se congela.
Un beso
Qué bonito, Margarita!! El final soblime.
Enhorabuena.
Besicos muchos.
Mil gracias, Nani, por esas palabras dulces que tienes siempre disponibles.
Un beso grande, como tú.
Ufff, escalofriante, y sobre todo porque el arrepiento va unido a la ausencia de las lentejas más que al hecho de haber empujado al niño.
Sí, no calcularon bien las consecuencias ¡tremendo! La envidia es mala consejera a cualquier edad.
Gracias por leer y comentar, Hanna
¡Qué difícil elegir un micro sobre otro! El tuyo no desmerece en nada a los premiados. Esperaremos al año que viene para seguir lentejeando. Un abrazo.
Estoy descubriendo que competís en casi todos los certámenes de relatos cortos, y ambos con bastantes buenos resultados. Habrá que entrar en esa dinámica y competir con vosotros. Y he dicho con, no contra, pues si lo hago contra vosotros tengo las de perder. Un saludo Esteban.
Lo bueno de escribir es que nadie pierde.
¡Ponte a ello pero ya! 🙃
Ser jurado no es fácil, cierto. Y a cada uno nos llama la atención algo distinto que puede conectar con nosotros o no. En cambio, con las lentejas es más sencillo: las tomas o las dejas.
Seguimos. Gracias por tus palabras, Esteban. Un abrazo.
Profundo, tierno, nostálgico, duro (así como unas hipnóticas y amorosas lentejas humeantes)…mágicos ingredientes para una gran historia. La inconsciencia del niño, su falta de supervisión, el sistema, que a veces usa el frio orfanato en lugar de una cálida familia de acogida. Enhorabuena.
Después de un comentario como el tuyo, lo mejor es que yo me calle para no estropearlo.
¡Gracias, muchas gracias, Garceslogía!
Me he quedado ojiplática. Uff , duro de tragar . Realidad pura y dura . Deseo que nunca falte a ningún niño unas lentejas y unas caricias . Qué mala es la envidia, es lo peor del ser humano .
ENHORABUENA .
Líbrame de la envidia, sí, y de los seres poco humanos. Ojalá se cumpla tu deseo, Eva.
Mil gracias por comentar. Un abrazo
Precioso 👏
Me alegra que te guste, David. Gracias por decírmelo. 😊
Un saludo.
Muy profunda y triste. Hasta que punto puede llegar la crueldad de los niños. Según la Biblia, Kaín mató a Abel por un plato de lentejas
Margarita. 👏👏👏👏👏👏
Por desgracia, cualquier disculpa es buena para sacar a relucir la crueldad; siempre encontraremos una justificación para nuestras acciones.
¡Gracias, Sara!
Un relato muy fuerte, diría que hasta perturbador.
Envidia descontrolada, hostigamiento sin motivos, crimen sin excusas, asquerosa impunidad, un capítulo que describe en carne viva un caso inimaginable de perversidad infantil.
Autora, hoy he podido comprobar que tu fantasía no tiene límites, que tus letras pueden conducirme con igual facilidad al paraíso más hermoso o al más oscuro de los infiernos.
Admiro tu talento, aplaudo tu versatilidad, siento que tus letras pueden tocarme el corazón… o cortarme la yugular (a tu entera voluntad)
Te amo y te temo.
Me encanta tu comentario, Juan Carlos, ¡como para no gustar! Lo que me asusta es que soy capaz de imaginar perversidades que tú calificas como inimaginables sin esfuerzo alguno; y no solo las imagino: las veo más que posibles, solo hay que echarle un vistazo a las noticias. Así que sí, haces bien en temerme (mis últimos relatos han salido truculentos).
Mil gracias (y me quedo corta).
últimamente te veo muy noir, estupendo relato, la envidia, que mala es la envidia…
Al menos me ves, Juan Carlos, yo hace tiempo que ni me encuentro. A ver si ahora, con la primavera, recupero algún color, aunque sea el de «ponerme colorada».
Malisísima la envidia.
A través de las lentejas nos transportas a un lugar frio, oscuro, donde solo hay soledad y falta de cariño y donde a través de la envidia, que hasta se puede entender, aparece algo tan actual como es el bulling.
Parece que estaba viendo una mezcla de película de cine negro y un libro de Dickens.
A pesar de la dureza hay mucha ternura.
Felicidades y un beso
Me pregunto si somos esclavos de nuestro pasado. En parte sí, pero la buena noticia es que también podemos elegir qué hacemos con él: eso es lo complicado.
Por desgracia la envidia es la mayor arma de destrucción masiva.
Mil gracias por acompañarme en esta aventura, no me canso de dártelas. Un beso grande.