Mejor esperamos hasta mañana, dice mi madre cuando viene a despertarme. Anoche, tras una larga discusión, prometió que hoy me dejaría ir solo al colegio, pero una vez más no va a cumplir su palabra.
Deja mi ropa sobre la cama y corre a prepararme el desayuno. Media hora después estamos listos. Me coloca con sus dedos flacos un mechón de pelo rebelde y salimos juntos de la mano.
—Al menos quédate en la esquina, —le suplico—, que no te vean mis alumnos.
Ella accede con pena y yo no puedo evitar sentirme culpable al darle el beso de despedida.
Finalista en el X Concurso de microrrelatos de Godella (Valencia)