Cuando dormía como un angelito en la cuna nada hacía presagiar que su gran pasión sería el atletismo. Era una niña tranquila y yo, su ángel de la guarda, disfrutaba perezosamente a su lado. Pero fue aprender a andar y ya no parar de correr. Agotado, en su quinto cumpleaños rellené una solicitud de renuncia que me denegaron desde el cielo «para evitar desequilibrios estructurales en el apego después del tiempo compartido». Mi vida ha sido un infierno. Hasta que construyeron el metro. He comprado un bono y ahora la espero tranquilamente en las líneas de meta tomando un cafelito.
Accésit en el 4º Certamen de microrrelatos «100 palabras en un metro».
Metro de Málaga en colaboración con el taller de escritura Paréntesis.
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