Odio la Navidad. Y a mi madre. Sí, a mi madre también. Y es que se empeña en que sea feliz todo el rato, incluso cuando estoy resfriada. Me repite machacona que tengo que ser buena, o al menos parecerlo. Llegar a algo en la vida, — algo, que alguien me explique dónde se ubica algo y cómo se llega hasta allí—. También debo compartir, ceder el asiento a los mayores en el autobús, jugar con los niños de mi edad. Decir buenos días, por favor, gracias y qué tal está usted; no reírme a carcajadas, ni siquiera cuando alguien se cae, porque es vulgar; ahorrar una parte de mi miserable propina, que nunca se sabe cuándo la podré necesitar. Y, lo más importante, no dejar mis cosas tiradas por la habitación. Para ella el orden es primordial. Da igual que sea un orden incómodo, incoherente o trasnochado siempre que el resultado sea precioso. Para que os hagáis una idea, ordena mis libros por colores y tamaños y eso supone que, cuando voy a buscar el de matemáticas, tengo que apartar el de sociales de hace dos cursos y el de lecturas de infantil. Porque esa es otra, aquí no se tira nada, que nunca se sabe, otra vez. Y aquí estoy, sin saber nada y levantándome veinte veces de la silla cuando hago los deberes porque todo tiene que estar en el orden preciso.
Al llegar la Navidad la situación se agrava, hay que buscarles un lugar al Nacimiento, al árbol y a todos los adornos y eso supone alterar el orden. Además, le entra una especie de nostalgia apocalíptica y le da por sollozar a cualquier hora. Y por protestar: que si los villancicos desafinados de la radio, que si el alumbrado excesivo, que si el olor rancio del turrón, la estrella minúscula del portal, el estofado insustancial de Nochebuena, La gran familia en blanco y negro de Pepe Isbert, —«esas familias no existen», masculla mientras se seca las lágrimas con la manga de su jersey y cambia de canal—, el estruendo de los petardos,… Y como remate de fiesta, las guirnaldas descoloridas que cuelgan lacias de los cuadros del salón y que se empeña en sacar Navidad tras Navidad desde que las hice con cinco años en el colegio. «Entonces sí que eras buena niña, hija», repite sin cesar mientras las estrangula detrás de los marcos para sujetarlas. Cuando termina, se queda mirándolas como si fuese a hacer una tesis sobre ellas, suspira, se gira, me mira e inspira muy profundo, como si pretendiera aspirarme e introducirme de nuevo en su barriga para evitar así que nazca, crezca y me eche a perder.
A veces mi madre me da miedo. Otras, pena. Las más, rabia. Aunque siempre me acompaña la sensación de no saber qué sentir porque sienta lo que sienta a ella le va a sentar mal y yo termino irremediablemente sintiéndome culpable. Un lío.
El primer día de vacaciones se cuela en mi habitación de madrugada, —yo estaba repasando el tema de los conjuntos disjuntos—, se sienta a los pies de la cama y musita con la voz ronca del sueño que no llega: «Hija, tenemos que hablar» mientras me mira como miraría un búho a un ratón antes de alzar el vuelo y atraparlo entre sus garras. Me quita el libro de matemáticas, lo cierra, se levanta, lo coloca detrás del de sociales, pasa la mano por la estantería para comprobar si hay polvo y vuelve a sentarse, esta vez muy cerca de la almohada.
Entonces empieza a hablar de la importancia de los amigos, con las pausas en su sitio y pronunciando todas las letras. Mientras ella habla, yo intento en vano eliminar de mi memoria a su mejor amiga, esa que tardó en enamorarse de mi padre lo que tarda un panecillo en descongelarse en el microondas.
Al final me hace prometerle que este año me dejaré impregnar por el espíritu navideño —como si el espíritu navideño fuera un perfume— y seré más amable con los demás.
—Tienes que pensar en la gente, hija, ponerte en sus zapatos. Y más ahora, en Navidad. No todos tienen tanta suerte como nosotras. —¡Suerte! Me muerdo la lengua hasta que noto el sabor acre de la sangre. Ella confunde mi rictus de dolor con un sincero arrepentimiento y eso le da alas para continuar con su soliloquio.
Aun así, lo de “ponerse en sus zapatos” me llama la atención. Muevo los dedos de los pies y asiento a todo lo que me dice, aunque solo oigo palabras sueltas que revolotean como poseídas por un colibrí: buena obra, caridad, ayuda, familia, pobres, chabola. Y una niña más pequeña que yo.
Me arranca la promesa de ir esa misma tarde a visitar a la niña y hacerme su amiga mientras duren las vacaciones.
Me pierdo varias veces antes de llegar a pesar de llevar la ubicación metida en el móvil. Cuando localizo la casa me parece la del cuento de los tres cerditos que el lobo derribó de dos soplidos. No necesito llamar a la puerta. La niña está sentada sobre un tocón de un sauce llorón que hay justo delante. Abriga a su muñeca con un trozo de tela de flores mustias. Me mira, sonríe y me hace un sitio a su lado. Le cuelgan los pies. Está descalza.
Cuando Llego a casa es de noche. Mi madre pone el grito en el cielo al verme entrar sin zapatos.
Los Reyes Magos no me han dejado nada. Que no me he portado bien, dice mi madre todavía furiosa. Como ellos lo ven todo, han pasado de largo, añade. No me molesto en sacarla de su error. Acabo de estar con ellos. Sí, con los Reyes. Les he dado otro par de zapatos para la niña y el libro de lecturas de infantil.
Me tumbo en la cama con mi libro de matemáticas. Ha llegado la hora de estudiar la intersección de conjuntos.
1.er premio en el concurso #cuentosdeNavidad organizado por Zenda e Iberdrola
37 ideas sobre “CONJUNTOS DISJUNTOS”
¡Enhorabuena, Margarita! Como me alegro. Cuando leí tu relato sabía que era ganador. Es un gran gran relato. Atrévete con cualquier cosa porque escribes como los ángeles.
Jo, menudo chute me das, Juanma. No es falsa modestia si digo que no me lo esperaba en absoluto. Tu felicitación me ayuda a creer un poco más en mí. Seguiré intentando mejorar.
Un abrazo y gracias de nuevo.
Margarita, leí tu relato en la página de Zenda en cuanto salió el resultado del concurso y me alegró mucho saber que habías sido tú la ganadora.
Disfruté mucho de la lectura de tu «Conjuntos disjuntos». Mi más sincera enhorabuena.
Te lo mereces, compañera de letras.
Muchas gracias, Lola. Bien sabes tú lo que cuesta unir palabras, y eso que parece fácil.
Los premios se agradecen, y mucho, pero si la historia no gusta… Así que premio por partida doble.
Un abrazo
Vi que habías ganado. ¡Enhorabuena! Es muy bueno.
Muchas gracias, Mayte. Y si te parece bueno, más contenta todavía 😊
Enhorabuena, el cuento está pero que muy bien, no me extraña que le hayan dado un premio.
Un saludo.
Cuánto me alegra oír eso, Ángel. Gracias por pararte a leerlo y, sobre todo, gracias por decírmelo.
Un saludo
Enhorabuena por el premio. Gran Relato. Saludos
Muchas gracias, Santiago 😊
Un saludo
Enhorabuena Margarita. Es un estupendo relato
Es una alegría añadida que te guste, Teresa, y que me lo digas.
¡Mil gracias!
¡Que bueno Margarita!
Tras el atracón en estas vacaciones de películas navideñas de Antena3, con mezcolanza de comedia romántica cursi, de argumento previsible y final feliz garantizado y en las que muchas de ellas el protagonista ha perdido el espíritu navideño, que por supuesto, recupera milagrosamente, este relato nos arroja un baño de realidad. (Aunque tengo que decir que a mí me encantan esas pelis, romántico que es uno).
Por cierto, al leerte también me ha invadido la nostalgia, al recordar año tras año lo mal que lo pasaba con Pepe Isbert. Siempre me tenían con el corazón en un puño, hasta que por fin encontraban a Chencho.
En fin, un gran relato como siempre, con magnífico final. Enhorabuena por ese merecido premio, del que me alegro como si fuera propio.
Besos
A mí también me gustan las comedias románticas para no olvidarme de lo bonito que es el amor, sobre todo en primavera (en invierno, con tanta ropa encima y la mascarilla puesta, lo del amor a primera vista tiene mal pronóstico) y llorar con Chencho hasta vaciarme de tristeza contenida, de esa que no te da tiempo a sacarla porque siempre hay otra cosa que hacer y se queda a la espera de que alguien le haga caso para aliviarla. Así que sí, me apunto a tu club. Y también al club del espíritu navideño cinco veces al año como mínimo (a ver si escribo las bases para constituirlo).
De lo que no me cansaré de darte las gracias es por alegrarte tanto como yo con mis éxitos. Me encanta compartirlos contigo, ya lo sabes.
Un beso
¡Primer Premio! ¿Ná má? ¡Omeporfavó!
Tú te mereces el CumLaudános, el PlanetaTurquesa y hasta el PrincesadeAndersenelNobel.
Y no solo por este preciosísimo cuento, sino por toda las maravillas que escribes.
Que nos pregunten a los que disfrutamos de sus lecturas, o que nos miren las caras de felicidad que se nos quedan.
Bajadas las pulsaciones, voy al relato:
Esta vez se te ha ido de las manos la extensión y eso es un peligro, porque se nos ha hecho muy muy corto. Avisada quedas.
La dulzura emana desde el «Odio» hasta los «conjuntos». Porque la relación Hija-Madre baila sin equilibrio entre el Amor y el Odio. La rebeldía del hijo que se vuelve rendición estoica ante los consejos paternos, pero que los asimila y absorbe sin remedio para enriquecer su corazón y ponerlos en práctica, aunque inconsciente, en cuánto tiene oportunidad.
Es curiosa como la madre cambia la felicidad y euforia diaria por la nostalgia y tristeza al llegar la Navidad, debe ser un reflejo de la hipocresía de los demás, que invierten los términos sin decoro ni contención.
Y no deja de ser metafórico y manifiesto el mensaje de los «zapatos»:
Primero por ponerse dentro de ellos: Somos marionetas de barro en manos de nuestros padres que a veces, nos convertimos en jarrones de un solo uso y, otras, en auténticas joyas de orfebrería. Porque ellos ponen las mimbre, pero la vida termina por forjarnos.
Luego por quitárselos y dárselos a otros más necesitados. Desapego materno y, al mismo tiempo, transmisión del amor recibido.
Como bien dices en el título, somos conjuntos que quieren ser disjuntos, pero que nacen subjuntos y terminamos teniendo más intersección de la que somos conscientes.
¡Cosas de las mates! 😜😝
Enhorabuena por el premio, Felicitaciones por espuertas por el relato y un abrashasho de tu lector agradecido y fanático. 😊🤗😘
Ay, Jose Antonio, eres un torrente de alegría, encanto del sur y generosidad 😀
¡¿Y ahora qué te digo yo?! Me he reído un rato largo, no te creas, y se me ha quedado una sonrisa aquí colgando que interfiere con el teclado.
Se nota que eres Maestro, de los mayúsculos, y nada te puedo rebatir sobre subconjuntos, «disjuntividades» ni orfebrerías.
Estoy muy contenta con este premio porque escribir más de doscientas palabras para mí es un suplicio. Y siempre he pensado que para los que me leen, más. Lo malo es como me anime y me lance, no lo quiero ni pensar. 🤦♀️
Muchas muchas muchas gracias por «interseccionar» conmigo siempre.
Un abrazo de una lectora agradecida y fanática de tus comentarios. Y de tus historias. Y de tu humor contagioso 🤗
😉👍🏻😊🤗
¡Enhorabuena, compi, merecido premio!
Muchas gracias, compi. Todavía me dura la resaca de la alegría 😀
Me alegra saber que no iba desencaminada. ¡¡¡Enhorabuena!!! Ahora a por nuevos retos. Un abrazo!
Tienes más confianza en mí misma que yo, a ver si se me pega algo. Y sí, hay que seguir intentando mejorar.
Muchas gracias, Silvia.
Un abrazo
Estás en racha y yo que me alegro mucho.
Muchísimas felicidades. El relato lo merece, es precioso!!
Besicos muchos.
Ha empezado bien el año, sí. No sé lo que durará la racha, pero voy a disfrutarla.
Muchas gracias por acompañarme, Nani.
Un montón de besos
Enhorabuena , Margarita!!
Precioso cuento de Navidad, no tan cuento , si no una realidad .
Gracias por escribir y hacernos soñar .
Gracias a ti, Eva, por leer y acompañarme en esta fantástica aventura de escribir en la que todo es posible.
Muy buen relato, me gustó mucho cuando lo leí; era mi favorito entre los diez finalistas.
Un saludo.
Ahora que no nos oye nadie, te confieso que mi favorito era el de Enrique Mochón, pero ni te imaginas lo que me alegra saber que tus gustos son diferentes a los míos. Y, además, te tomas la molestia de decírmelo. ¡Gracias, Roberto!
Un saludo
Enhorabuena Margarita!!
No me extraña, es un cuento tan bonito…. da gusto leerte, en algunos momentos me veía retratada, ya ves!
Y el final, que te voy a decir !
Merecidisimo primer premio a una maravilla de cuento de Navidad
Quien más, quien menos coloca guirnaldas de Navidad deslucidas en casa porque huelen a infancia. Y discute con su madre. Y estudia matemáticas (ahora no sé si se detienen mucho en los conjuntos, me pilla lejos el colegio). Y habla con los Reyes Magos al menos una vez al año.
Me encanta saber que lees mis historias, Aurora, y que las disfrutas.
Un millón de gracias y un beso grande para todos.
Una historia donde tu hábil prestidigitación con las palabras más la humanidad que rebosan sus personajes multiplicado por los sentimientos que transmiten, dan como resultado un maravilloso cuento de Navidad. Si fuera una película, sin duda, mi gesto final sería un gran aplauso en pie durante sus títulos de crédito! Enhorabuena!
¡Jo, Ana, se me ruborizan hasta los pies!
Yo, de actriz, nada de nada, pero si es contigo de público, me lanzo a hacer de muerto en alguna escena corta.
Gracias, un abrazo y salud.
Enhorabuena por el premio, estás que sales.Lógico con tanto talento…
Gracias, Juan Carlos. Aunque creo que el premio lo he ganado por pesada, que también puede ser.
No creo…
Brilliant post ❤️
Thanks, Obong eno 😊
You are most welcome ❤️