Entra en mi despacho con un llamativo vestido, sandalias de tacón y un cartel enrollado en sus manos de dedos kilométricos que extiende muy lentamente sobre el escritorio mientras aguanta las ganas de llorar.
Archivos anuales: 2019
En las inmediaciones de Vetusta se ha estrellado un avión de papel que había despegado tan solo unos minutos antes de la Región Neuroimaginativa de una joven ilusa.
Llegamos aquí en septiembre, un día por la noche. El viaje había sido muy largo y yo estaba tan cansada y confundida por el cambio que tardé en darme cuenta de lo bonita que es esta ciudad.
El Congreso ha sido un éxito. He puesto en práctica todo lo aprendido allí y tanto mi despacho como yo hemos sufrido una auténtica transformación.
Ha muerto mi musa. De repente. Sin dar ninguna explicación. Quién iba a imaginar anoche, cuando se fue a dormir, que ya no volvería a despertarse. No me lo puedo creer.
Desde que me apunté al XII Congreso de la Abogacía Transformadora, me siento una persona nueva, como sin estrenar.
—¡Tendió la camisa con el marido dentro! —testifica indignada y gesticulosa la vecina del tercero. «Pero hombre, una mujer, no, otra vez no», pienso muy bajito y muy decepcionada.
 
  





