VIAJE INTERIOR

Se puso en marcha al amanecer. Como único equipaje, una caja de herramientas. En la garganta extrajo las palabras que se le habían quedado atravesadas. De allí a los hombros: los levantó un poco y se dejó caer hasta las manos; ajustó unas terminaciones nerviosas para que no temblasen tanto y subió hasta el pecho, donde descansó un rato antes de bajar las revoluciones de su corazón. Continuó hasta el estómago. Con ayuda de unos alicates, arregló ese pequeño pellizco que le azoraba tanto, lanzó unas pesas a sus pies —ahora pisaría fuerte— y regresó. Ella le esperaba para comer.

Certamen Tedascuen23, relatos viajeros. Fundación Splora. Valladolid.

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