Nuestras miradas se enredaron en el espejo de una cafetería en la que nos citó el azar. Yo acababa de llegar y ella estaba a punto de irse. Nos examinamos furtivamente, con tímida desvergüenza, durante unos instantes que fueron eternos y antes de que ella saliese por la puerta yo ya deseaba volverla a ver.
Desde entonces, a la misma hora, cuando llego la encuentro sentada en el lugar de siempre, impaciente por que yo ocupe el mío y comencemos a comernos con los ojos. No hay palabras, tan solo el deseo que se desliza sinuoso y lento como un caracol por la luna de azogue. Hasta que el hombre que la acompaña pide la cuenta, la ayuda a ponerse el abrigo y se marchan, ella con la cabeza gacha, como si contase uno a uno cada paso que nos separa.
Yo los observo alejarse, hacerse pequeños agarrados de la mano. Solo cuando los pierdo de vista termino de un trago el café y le digo a mi marido que nos vayamos.
1.er PREMIO en el VIII Premio de microrrelatos Manuel J. Peláez. Zafra.
Noticia Zafra Hoy
22 ideas sobre “SIN PALABRAS”
Enhorabuena Margarita. Una vez más…nos dejas sin palabras.
Por suerte siempre nos quedarán los gestos y las miradas, aunque mejor con palabras también. Gracias a ellas puedo alegrarme con tu comentario. Gracias, Sergi.
Otro de tus maravillosos textos.
Me ha recordado uno de mis poemas favoritos de juventud: «No decía palabras», de Luis Cernuda.
«Una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe».
Un extracto del poema de Cernuda que tanto te gusta. Es muy bello. Algún día, quizá, yo me acerque a rimar así las palabras, aunque con lo prosaica que soy, lo dudo mucho.
Pero que a ti te lo haya recordado me hace tener esperanzas. Mil gracias.
Vaya giro.
Curva cerrada, de eso se trata; pero que nadie se salga de la carretera, eh.
Gracias por comentar, CarMac.
Felicidades!!!!
Muchas gracias, Ana 😊
Nuevamente noqueado por un final inesperado. Tras todo este tiempo enganchado a tus relatos, todavía no he aprendido que, para leerlos, hay que abrir la mente para salirse de lo común, romper paradigmas, poner mis esquemas mentales patas arriba y abandonar todo prejuicio (think out of the box que dirían los guiris). Nunca se puede dar por sentado nada de lo que se espera al leer la trama, y eso es precisamente lo que me engancha de tus relatos. Tengo que aprender a pensar de manera divergente para que la próxima vez no me sorprendas.
Besos
¡Ni se te ocurra hacer eso! Ya eres bastante -mucho- divergente, así que no me lo pongas más difícil.
De eso se trata, Javier, de romper esquemas y buscar el final que no se espera, el otro, el que se oculta debajo de la alfombra como un cadáver que todavía respira; hacer de la ficción algo posible.
Pero no olvides que sin la intervención del lector, de tus interpretaciones, mis relatos se quedarían en nada, serían como una procesión de letras sin Santo.
Me gusta mucho que me leas. Y ganarte al mus.
Un beso
Lo primero mi más sincera felicitación .
Miradas , cuantas cosas encierran las miradas y cuantas cosas dicen sin pronunciar palabras .
Aun así , tengo de decirlo alto y claro . ¡ OBRA MAESTRA !
Aquí no hay miradas, pero intuyo la tuya en los silencios de la página.
Yo te lo digo con todas las letras y emocionada: Mil gracias, Eva.
Aún hay mucho que aprender y muchas barreras que derribar.
Da que pensar… no sé… me ha vuelto a sorprender el final , pero quizás no tenía que haberme sorprendido.
¡Enhorabuena! ¡Me ha encantado!
Sí, Aurora, hay mucho trabajo por delante a pesar de todo el camino que hemos recorrido ya.
En cuanto a que no tenía que haberte sorprendido el final, déjame que me hinche y engorde un poquito de satisfacción porque eso es que he conseguido «engañar» al lector y, por lo tanto, no está muy mal escrito.
Gracias por estar siempre aquí conmigo.
Sin palabras me dejan a mí las tuyas, Margarita. Tue relatos son como agua de lluvia para una lectora sedienta. Enhorabuena.
Tú tienes palabras para llenar una novela, Adela, y de las que no necesitan papel satinado para brillar.
Gracias por regalarme este puñado.
Muy bueno, Margarita. Creo que ya te lo dije
Pero me encanta que me lo repitas.
¿Dónde está el botón de me encanta? Me gusta la idea de escribir pequeños párrafos, se hace más ameno y como que disfrutas más la lectura.
En estos tiempos llenos de cosas que hacer y de prisas, hay que buscar pasatiempos que ocupen poco espacio para que las excusas no nos ganen la partida.
Voy ahora mismo a buscar un botón de esos que dices para ponérselo a tu comentario.
Y por supuesto, muchas gracias por comentar, Anny.
El espejo, la cafetería, el deseo de la mujer…
«Un cambio radical», de Ernest Hemingway, desanda tu camino. Lo que tu escondes, él lo muestra. Sin embargo los dos nos sorprendéis. Tal vez su relato tiene más espesor; uno se hunde en ese final. Uno no dice ¡ah!, sino ¿qué ha pasado?, ¿qué cambio es ese…? ¡Pero con más letras! Muchas más.
También es una injusta vara de medir, pues él es un campeón de las distancias cortas.
Sin embargo…, sin embargo tu relato resiste la comparación y mantiene el tipo: eres una campeona.
Felicitaciones
Ufff, Ernest Hemingway son palabras mayúsculas, además de mayores, así que no voy a sentirme demasiado abochornada; tan solo me pregunto, o más bien exclamo, «¡cómo!» y me siento agradecida por que esta pequeña historia te haya recordado uno de sus relatos (que no he leído, por cierto, y que ahora me apetece mucho leer) y por tu frase final.
Muchas gracias, Daniel 🤗