TROPEZAR EN LA MISMA PIEDRA

Sí, este año iría a la Feria. Vestida con el traje típico, pasaría desapercibida. «Además, después de tanto tiempo es casi imposible que alguien pueda reconocerme», pensó. Por internet reservó habitación en un motel que no estaba lejos del centro y compró el billete de autobús. En la maleta, el traje de segadora, el único que pudo conseguir en esa pequeña tienda de alquiler, y poco más. Siempre viajaba ligera de equipaje.

El camino transcurrió sin incidentes. Se cambió en cuanto llegó a la habitación y sonrió frente al espejo al contemplar su aspecto, pese a que esos rodetes en las sienes no la favorecían. Ya en la calle dio un rodeo para evitar la capilla de la Virgen de los Llanos y se acercó a una caseta donde intentó palmear unas seguidillas manchegas sin mucho éxito. Cenó berenjenas de Almagro, queso frito y cerveza bien fría, y de postre no pudo evitar la tentación de comprar una jugosa manzana bañada en caramelo. Se le hacía la boca agua con solo contemplarla. Al primer mordisco, cesó la música de golpe, las luces se apagaron y la muchedumbre, asustada, comenzó a gritar. El tiempo pareció detenerse. Entonces de los altavoces surgió una voz profunda: “Eva, has vuelto a comer del fruto prohibido y todos sufrirán las consecuencias. Señoras y señores, abandonen inmediatamente el recinto ferial”.

Sin soltar la manzana, Eva salió huyendo. Esta vez no la pillaron de milagro.

Finalista V Concurso “Sucedió en la Feria” (Albacete)

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