¡FELIZ NAVIDAD!

 

Pues ya está aquí la Navidad. Otra vez. Motivo más que suficiente para estar contenta. Y no solo por las luces, los mazapanes y el turrón, las reuniones en familia, incluido el cuñado, (pobre cuñado), el belén, los pastorcillos, la estrella de oriente, los Reyes Magos, —venga, admito Papá Noel como «animal de compañía»—, el árbol, la lotería, los regalos. No, no solo por eso. También porque en estos días parece que ralentizamos el ritmo y nos sentamos a escribir, aunque sea un mísero wasap, a los amigos que tenemos arrinconados en la memoria, incluidos los que se nos pasó su cumpleaños, y así sabemos, si es que responden, que siguen vivos y nos alegramos con toda el alma de saber de ellos; y prometemos que no vamos a dejar pasar tanto tiempo la próxima vez. Y que vamos a dejar de fumar y de acostarnos tarde y de llevar una vida tan sedentaria y de discutir por naderías y de procrastinarlo todo —ya salió la palabreja—.

Volvemos a casa, como en el anuncio, y damos rienda suelta a los afectos; hasta parece que nos queremos un poco más, aunque no sé si mejor. Recuperamos la ilusión. Volvemos a creer en la magia.

Echamos más de menos —si es que eso fuera posible— a los que ya no están. Brindo por ellos y por la suerte que tuvimos de conocerlos.
Y brindo también por los que están lejos. Por los que están solos. Por los que están tristes, preocupados, enfermos.

Y por vosotros, que tenéis la paciencia de leerme.

Os deseo que paséis una Feliz Navidad con quien queráis y con quien os quiera de verdad.

Y que en el 2024 no nos falte una buena historia que contar.

 

 

 

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