EL ARMARIO

«¡Vamos, date prisa!», me apremia ella con la voz todavía jadeante. Me tiro de la cama, hago un gurruño con la ropa, busco el zapato que falta y corro hacia el armario. Mi sorpresa es descomunal al comprobar que está abarrotado. Me hago un hueco a empellones y, mientras uno me clava su nariz en las costillas y otro me mete el pie en la boca, todos empiezan a quejarse de que ya somos demasiados. No entiendo nada. Unos minutos después, cuando el marido desliza la puerta corredera y nos mira con esos ojos tan enormes, siento como si me faltara la respiración; me tiembla todo el cuerpo; tengo unas ganas de llorar hasta entonces desconocidas. Luego él sonríe, así como de medio lado, entre tímido y desvergonzado, y es justo en ese momento cuando lo entiendo todo y decido, también yo, quedarme a vivir aquí dentro para siempre.

@culturainquieta @iberdrola #relatoexprés

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