UNA VISITA MUY ESPERADA

Puntual a su cita, ha entrado sin llamar, con la alegría de quien vuelve a casa por Navidad un 20 de mayo cualquiera. Nos abrazamos como si hiciera siglos que no nos vemos. Mi cumpleaños tiene un aspecto impecable, como el de unos zapatos de charol recién estrenados, y huele a recién nacido, a primavera, a sábanas tendidas mecidas por el viento. Sonríe. Le invito a sentarse a mi lado, hombro con hombro. Tenemos muchas cosas de las que hablar. Tantas que igual se queda un par de días, dice, aprovechando que mañana es domingo y no hay que trabajar. Nunca sé qué hace ni a dónde va cuando no está conmigo. «Eso no te lo puedo contar», me responde picarón cada vez que le pregunto.

Abrimos una botella de vino tinto, llenamos las copas y brindamos: por mí; por vosotros; ¡por la vida!

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