Mi esposa repite a menudo que defender a asesinos y malhechores es como caminar borracho sobre la linde borrosa que separa su lado de la cama del mío. Ella es así, metafórica de la cabeza a los pies, inteligente, minuciosa y la mejor ayudante que un abogado criminalista pueda tener. No escatima tiempo en investigar a cada nuevo cliente que llega hasta estar segura de que su historia es interesante, sin farsas, con elevadas posibilidades de ganar el juicio, y, además, de que el susodicho puede pagar nuestros honorarios. Trabajar con ella es estimulante, grato y productivo. O al menos lo era antes de que llegara el repeinado ese con licencia para matar y nombre de explosión de tebeo. Se citaron cuando el reloj de arena marcaba las 00:7 del lunes y no han vuelto todavía. No sé por qué, pero intuyo que este caso lo voy a perder.
Finalista junio en el IX Concurso de Microrrelatos sobre Abogados
Palabras del mes: linde, investigar, honorarios, licencia, arena.
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