Hoy hace diez días que volví a casa. En el hospital no podían hacer más para frenar esta enfermedad que me devora las entrañas. Qué bien me trataron, incluso salieron a despedirme con sus batas blancas, pero prefiero morir aquí, con mi familia. Están todos, excepto María. Julio ya es un experto cambiando vías, apósitos y sábanas conmigo dentro; quién lo hubiera dicho, si se mareaba cada vez que veía una aguja cuando era un niño. Son las cosas de la vida, y de la muerte, que nos hacen más fuertes. A veces alguno empieza a llorar, así, de repente, y acabamos llorando todos. Un rato. Dos. Los que hagan falta. Porque acostumbrarse lleva su tiempo. Aunque precisamente tiempo yo ya no tengo: acaba de llegar María, mi pequeña, ¡qué guapa está!
—«Vamos, mamá, he venido a buscarte».
Perdonad, debo dejaros, tengo que meter todo este cariño en la maleta.
Finalista en el I Concurso de microrrelatos RedPAL. RED DE CUIDADOS PALIATIVOS DE ANDALUCÍA. Sevilla.
4 ideas sobre “CON EQUIPAJE”
Me llegó muy profundo, lo leía y los recuerdos acudían en carrera hacia mi.
Hermoso Margarita, felicitaciones.
Abrazo!
Entonces ha merecido la pena escribirlo.
Muchas gracias, Juan Luis.
Un abrazo
Sin palabras.
Me ha llegado muy dentro.
Enhorabuena!
Es lo que tiene la muerte, y la vida, que no nos deja indiferentes.
Gracias por tus comentarios, Eva.