Cae la noche. Con el frío que hace ni siquiera las estrellas se atreven a salir. En la habitación de un cuarto piso sin ascensor
Sueños
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Lo dejo. Abandono. Estoy exhausta. No aguanto ni un minuto más el roce de mis viejas zapatillas desgastadas ni el olor acre del sudor que se extiende silencioso y furtivo como un submarino en tiempos de guerra por todo mi cuerpo.