Se llamaba Felisa. Desde que tengo uso de razón la recuerdo vestida de negro de pies a cabeza. Lo único que dejaba a la vista de miradas ajenas eran sus manos nervudas y estrechas y la cara deslucida por una nariz prominente semejante al pico de un ave rapaz sobre […]
El sonido del cucú marca el pistoletazo de salida. Desde su posición privilegiada, el reloj de la torre controla la carrera y los espectadores aplauden entusiasmados con sus manecillas.
Era el mejor de los tiempos, cuando ser feliz consistía en chapotear en el estanque en verano y jugar al monopoly en las frías tardes de invierno.
¿Os habéis fijado que antes, cuando alguien moría en un libro, siempre llovía? Y es que la lluvia ayudaba a crear ambiente. Sus tonalidades plomizas y húmedas subrayaban la tristeza y el recogimiento y amplificaban el dolor de la pérdida. El cielo lloraba y los personajes, también. Tenía coherencia.
Cada vez que llueve el mundo se desdibuja. Solo la vegetación reverdece. La gente corre sin rumbo y los que sobreviven pierden brazos, pies, orejas o cualquier parte del cuerpo mojada.
Hoy estamos de celebración en casa: él cumple un año como libro y yo, como autora. 🥳🤩 No sé vosotros, pero yo voy a seguir comiéndome la vida a bocados.
Dicen los que me conocen que soy extrovertido y que me muevo con la naturalidad y la elegancia de un girasol. Dicen también que soy curioso e inquieto, incluso algo travieso porque no paro hasta conocer las tripas de las cosas y los entresijos de las personas, o al revés, […]