Pasan de las doce de la noche cuando suena el teléfono. No se ha acostado todavía, aún tiene que terminar la defensa de los Martínez antes de dejar la comida preparada. El dolor del costado es como una condena, sobre todo al respirar; probablemente el golpe le haya producido una fisura en alguna costilla.
Escribe una nota rápida a su marido por si se despierta mientras ella no está. No quiere que se preocupe. Intentará llegar a tiempo de hacer el desayuno.
En la calle hace frío. Se ajusta el anorak. El dolor la paraliza durante unos instantes. Se ha planteado dejarlo miles de veces, pero sigue ahí, defendiendo a las mujeres maltratadas por sus parejas. No es capaz de abandonarlas a su suerte. Sabe que no es fácil salir de esa situación. Desde fuera se ven las cosas de otro modo.
En la comisaría se encuentra con una muchacha demasiado joven que tirita desconsolada. ¡Pero si es solo una niña!, se lamenta.
La noche avanza deprisa. Apenas quedan unos minutos para que amanezca. Corre a casa. Todo está listo cuando se levantan. Mete prisa a los niños. Mientras ellos desayunan, se cambia de ropa. Los deja en el colegio y corre.
Entran a la sala de vistas y toman asiento. La muchacha tiene los ojos grandes, del color del ámbar, la piel bronceada y un cuerpo menudo y proporcionado. Se ha recogido el pelo en una coleta alta que le favorece. La observa como si fuese la primera vez que la ve. Seguro que es una mujer hermosa cuando sonríe, piensa. Y valiente. Si yo me atreviera… Espanta enseguida el pensamiento con la mano y se seca una lágrima imprudente. Se acaricia el costado para atenuar el dolor y se levanta. La jueza acaba de entrar en la sala.
Publicado en la antología del II Certamen Internacional de Microrrelatos con Perspectiva de Género.
Proyecto Los Ojos del Júcar, Cuenca.
17 ideas sobre “INDEFENSA”
Espectacular. Doloroso, pero estupendo????
Ojalá no fuese real.
Muchas gracias, Aurora.
Un abrazo
Fantástico ???? no me cansaría de leer, un día tienes que publicar un relato más largo, o probar con una serie de relatos encadenados, sería increíble. Enhorabuena ????????
¡Qué alegría me das, jrgsanta! Hay algunos relatos más largos en el blog, en la sección «Historias mayúsculas» que podrás encontrar en la parte superior, por si te apetece leerlos algún día.
Y, suena feo, lo sé, también tienes mi libro «Un bocado y medio», disponible en Amazon, con una selección de micros. Puedes encontrar el enlace en esta misma página (a la izquierda si lo miras desde PC o al final de la entrada desde el móvil) o en la sección «mi libro» (y dejo ya de hacer publicidad).
Muchas gracias por leerme aquí, eso es lo importante, y, además, comentar.
Un saludo
Te felicito Margarita ????????????
Muchas gracias, Antonio.
Acabo de mandar un ticket al equipo de soporte para que lo solucionen y así poder ver los emoticonos de nuevo. Pero esta vez no me he asustado al verlo, algo es algo.
Un saludo
Las interrogaciones son emojis de aplauso…
Dura pero me ha encantado ????
Duele hasta escribirlo.
Muchas gracias BDEB 😊
Debe ser espantoso llevar esa cargar, vivir una vida dedicada a los otros sin dar espacio a solucionar tus propias problemas, tus heridas, tus asuntos.
A veces nos implicamos con los demás porque no somos capaces de «meter mano» a lo nuestro; es una forma de escape, de huida, que no funciona, pero sirve para sobrevivir mientras tanto.
Complicado, sin duda. Y sí, espantoso.
Gracias, Hanna.
Durillo, sí. Pero real como la vida misma. Así andamos. Y la mayor parte, mirando para otro lado…
Es que si miramos hacia el lado correcto, se nos complica la vida. ¿Y quién tiene ganas de complicaciones?
Hola Margarita.
No sé si decir que es precioso, cuando es demasiado doloroso.
¿Por qué es más fácil defender a los demás que a una misma?
¿Por qué duele el dolor ajeno más que el interior?
¿Por qué la violencia tiene tantas excusas y hay que dar tantas explicaciones para dar amor?
Siglo XXI, año 23 y todavía hay que explicarlo.
Una pregunta más personal, ¿Por qué cada vez que termino de leer un relato tuyo me explota en la cabeza y se me queda ahí pidiendo mil explicaciones? Cosas de las grandes escritoras.
Felicidades. Abrazazo.
Hola, Jose Antonio.
A tus dos primeras preguntas respondería que podría tratarse de un mecanismo de defensa (de varios, más bien). ¿Por qué es más fácil hablar, o escribir, en tercera persona que en primera? Porque me duele menos o no me siento tan vulnerable o no tengo que admitir que sí, que yo soy esa.
En cuanto a las excusas y a las explicaciones, lo sabes mejor que yo: ¡qué pena de educación!
Para tu última pregunta, la única respuesta posible y verdadera es «porque eres un gran hombre».
Gracias por tu generosidad.
Un abrazo.
Otro relato demoledor de tu cosecha. Potente y que invita a la reflexión. Afortunadamente, en nuestra sociedad abundan personas que se sienten impulsadas a hacer el bien y ayudar a otros sin esperar nada a cambio. No hay duda que ayudar a los demás siempre es una gran satisfacción porque la sensación de haber hecho algo bueno por otros, supera en gran medida los sacrificios personales. El problema llega, como en el caso de nuestra protagonista, cuando sentir empatía por el sufrimiento ajeno te lleva a poner las necesidades de los otros por encima de las propias. Cuando siente que no merece cuidarse y que solo hay valor en la ayuda a los demás. Si no hay equilibrio en la prioridad de las necesidades propias y ajenas, esa válvula de escape de los propios problemas falla y el desequilibrio impedirá continuar siendo una fuente efectiva de apoyo y siempre terminará por afectar a la propia salud.
Un beso
PD. Me ha dado mucha pena lo de Lorenzo.
Hola, Javier.
Yo también soy de las que piensa, – estoy convencida, de hecho -, que se siente más satisfacción al dar que al recibir. Y que ayudar a otro nos ayuda a nosotros mismos a olvidarnos de nuestros problemas (en ocasiones, es una buena terapia). Pero como señalas, no puede ser que los demás estén siempre por delante de satisfacer nuestras necesidades; y no puede ser porque no funciona: si yo no estoy bien poco puedo dar a los demás, y más aún si llego a vaciarme del todo.
Y un poco así me siento yo ahora con la ausencia de Lorenzo. ¡Qué pena! Gracias por compartirla con nosotros; así es mucho más llevadero.
Un beso