PÉRDIDAS

Al poco de casarnos, mi marido empezó a llegar tarde a casa. Pierdo la noción del tiempo, explicaba algo turbado. Luego, cuando no venía a dormir, me daba por pensar cosas terribles, como que hubiese perdido la cabeza. Resultó que la culpa la tenía su secretaria, que le hacía perder el sentido.

Pero lo peor era cuando perdía los estribos. Encerrada en el baño rezaba para que los encontrase pronto. Anoche intenté hablar con él. Que no tenía tiempo que perder, dijo. Y se largó. A buscar más tiempo, supongo. Parece que lo suyo es algo contagioso, acabo de perder la paciencia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

18 ideas sobre “PÉRDIDAS”