Mis padres llevaban años ahorrando. Y mis hermanos y yo, a falta de fotos, tratábamos de imaginar la ciudad con sus calles trazadas con tiralíneas, los edificios que rozaban el cielo y el sonido frío de los copos de nieve al chocar contra el asfalto. Incluso aprendimos algunas palabras del nuevo idioma que nos producían un cosquilleo agradable en el estómago al pronunciarlas.
El día de mi décimo cumpleaños nos pusimos en marcha. Aprovechamos la noche para ir dormidos y que el camino se hiciera más corto. Pero éramos tantos y tantos los nervios que fue imposible conciliar el sueño. El tiempo pasaba tan despacio que tuve la sensación de que nos hacíamos mayores durante el trayecto. Hasta que el agua comenzó a inundarlo todo: el futuro, la nieve, nuestros nombres.
Fui el único superviviente. Todavía recuerdo el titular de la escueta noticia que salió en el periódico: «Demasiado peso».
III Premio Pablo Aranda. Certamen de Microrrelatos de diario SUR. Prensa Malagueña S. A.
12 ideas sobre “EL VIAJE”
Vergonzoso y muy preocupante es el tema que has tocado en tu micro.
Es terrible observar desde nuestra comodidad de «mundo desarrollado» como pierden la oportunidad de un futuro soñado y la vida, en el mas triste anonimato, tantas y tantas personas.
Y mientras Europa en estado de cómoda impotencia.
Tremendo y triste.
Enhorabuena por contar tan bonito y tan sensible este tema tan cercano y actual.
Feliz verano!!
Es un tema que da para mucho; 150 palabras nunca serán suficientes. Tener que huir de tu país, de tu casa; pagar cantidades ingentes a gente sin escrúpulos que se encargan de todo (lo que pueda enriquecerlos); arriesgar tu vida y la de tu familia sin saber lo que vas a encontrar, pero convencido de que sea lo que sea será mejor que lo que dejas atrás es inimaginable.
Que al menos esta pequeña historia sirva como llamada de atención.
Un beso grande, Aurora, y mil gracias, como siempre.
Magnífico, Margarita.
Un precioso sueño teñido de la más triste de las realidades.
Cuántas ilusiones asesinadas por la creación de dañinas fronteras inexistente, para satisfacer la comodidad y beneplácito que se otorgan los que se creen superiores.
Un mar que debería unir los corazones y que, sin embargo, sirve de entierro para las conciencias.
Creo que has sintetizado maravillosamente toda la emoción que encierra esos viajes.
Como habitualmente digo, nadie se juega la vida y la de su familia si no escapa de un infierno más grande que el que tiene que sobrepasar. Qué injusta es la vida y que necios los que nos hacemos los ciegos.
Gracias por este relato.
Un Abrazo.
Gracias a ti, José Antonio. Sí, ya sé que me repito, pero es que siempre, siempre, siempre enriqueces las historias con tu lectura atenta y, además, te involucras en ellas.
Da para mucho hablar de ilusiones, fronteras, océanos, culturas e infiernos. Tendríamos que empezar por el principio: ¿por qué tengo que irme de mi casa, dejarlo todo y jugarme la vida en el intento?
En lo que sí discrepo, pido perdón, es en que la vida es injusta: «habéis» personas maravillosas que hacéis de este planeta un lugar hermoso en el que vivir. Y este hecho también es un principio para empezar a cambiar las cosas.
Un abrazo grande.
Es una terrible decepción.
Una buena forma de definirlo, sí.
Un saludo, Carlos.
Un relato estremecedor , real como la vida misma, y del que tristemente somos testigos a diario.
Actualmente África tiene 1200 millones de habitantes. Según Eurostat, en 2050 África habrá duplicado población hasta los 2500 millones. Por mucha buena voluntad que queramos poner, en mi opinión aquí no cabemos todos, por lo que la clave está en lo que tú has comentado:
“Tendríamos que empezar por el principio: ¿por qué tengo que irme de mi casa, dejarlo todo y jugarme la vida en el intento?”
Es decir, yo creo que todos los esfuerzos del “mundo civilizado” deberían estar dirigidos a crear las condiciones de vida adecuadas en esos países para permitir que la población, y muy especialmente los jóvenes, no tuvieran que abandonarlos jugándose la vida en el intento. Esfuerzos para poner en marcha una especie de “Plan Marshall” para África o similar, que evitara tanta muerte en el Mediterráneo y además permitiera el desarrollo de esos países.
No tengo ni idea de cómo se hace eso y seguro que es muy difícil, pero para eso pagamos a nuestros dirigentes. En mi opinión es ahí donde se deberían focalizar los esfuerzos, y no en desperdiciarlos en demagogia y en el buenismo vacío con el que tanto se esmera nuestra clase política.
Un beso
Pues poco puedo añadir a tu comentario, Javier, parece que estamos de acuerdo. Salvo, quizá, en que la población llegue a duplicarse: eso sería lo esperado, y lo deseable también, pero entre guerras y catástrofes naturales, que van en aumento, no sé si las cifras llegarán a cumplirse.
No solo en África, el continente más abandonado, si no en todo el planeta, el territorio es el que es y, como bien dices, llegará el momento en que «no cabremos todos». ¿Volveremos entonces a la selección natural o, por el contrario, intentaré asegurar «mi sitio» por todos los medios sin importar cuáles sean esos medios? Me temo que lo que vemos cada día sin necesidad de irse muy lejos de casa ya nos da la respuesta.
Yo tampoco tengo ni idea de cómo cambiar el rumbo que estamos tomando. Sigo siendo una fiel defensora de la educación en valores, empezando por el principio (en el hogar y desde bien pequeñitos) y creo firmemente en el aprendizaje vicario (aprendo de lo que veo), así que ya tenemos una buena tarea: ser el mejor espejo en el que mirarse. Complicado, sí, pero factible.
Un beso
Muchas felicidades Margarita. Es relato es exquisito, como siempre haces y ese final eriza el vello.
Besicos muchos.
Muchas gracias, Nani. Un poco de esperanza en medio de una realidad que no cesa.
Un beso enorme.
Impresionante y conmovedor relato. Actual y triste. Enhorabuena. Un abrazo.
Gracias, Azurea. Vivo con la esperanza de que muy pronto deje de ser actualidad. Un abrazo.