Mientras me cepillo los dientes antes de meterme en la cama, suena un golpe seco en la ventana del baño. ¡Madre mía qué susto! ¡Mi baño no tiene ventana!
Es mi cumpleaños. En persona. Con unas alas de papel pinocho y gafas de sol, colgado de un globo medio desinflado y cara de jet lag.
—Son las 00:11 h —le reprocho con la boca llena de espuma—, ya no te esperaba.
—Me he retrasado un poco, lo sé. Es que he tenido problemas en la aduana emocional —responde dejando caer una maleta minúscula que se abre con el impacto del golpe. Dentro hay un huevo frito, un recuerdo en 4:3 y una lista de cosas que aún me quedan por vivir escritas con tinta invisible.
A continuación pega un salto y se planta a mi lado. Le crujen las rodillas. «Ya no tiene edad para estas cosas», pienso.
—Oye, que oigo lo que piensas —replica intentando poner voz de enfadado—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no envejecemos? Tú y yo evolucionamos. Como los Pokémon, pero sin tantos efectos especiales.
Y saluda del tirón a mi reflejo en el espejo con dos besos y pasa revista a la casa: sábanas arrugadas, libros mal apilados, el vaso de zumo vacío encima del router.
—Estás más tú que nunca —dictamina—. Y eso, amiga mía, en estos tiempos, es motivo de celebración.
Y sin más preámbulos, va a la cocina, abre la nevera y empieza a untar mantequilla en las paredes.
—¡Pero qué haces, ¿has perdido el juicio?!
—Tranquila, mujer. Es para que todo resbale —me explica—. No quiero que se pegue nada triste en ellas.
—Bueno, visto así —acepto no del todo convencida—. ¿Y ese quién es? —señalo con mi dedo índice el pulpo que lleva sobre el hombro.
—¿Este? —señala con su dedo índice el pulpo que lleva sobre el hombro.
—Sí, ese.
—Es mi ayudante. Se encarga de la alegría logística. Es un crack, ya verás.
Le hace una señal con la cabeza y dicho y hecho. El pulpo chasca los tentáculos y empieza una fiesta de proporciones íntimas y desmesuradas: las cucharas se lanzan por seguidillas, las plantas baten las palmas, la lámpara de pie baila con una sombra que no es nuestra y la alfombra, fuera de onda la pobre, pronuncia discursos motivacionales entre estribillo y estribillo.
Yo me limito a observar con restos de dentífrico y una sonrisa desmañada en la cara. Porque ¿qué otra cosa puedes hacer con un cumpleaños como el mío salvo dejarte llevar?
Luego mi cumpleaños y yo nos sentamos en el alféizar de la ventana, los pies colgando sobre la calle, viendo cómo las farolas encienden velas invisibles en mi honor.
—¿Y ahora qué? —le pregunto.
Él sonríe con ese brillo en los ojos que solo tienen los días únicos.
—Ahora, a pedir un deseo antes de soplar las velas. Pero recuerda, el verdadero regalo es este instante irrepetible, absurdo y perfecto. Como tú.
Se pone en pie, entra en casa y coloca con cariño al pulpo, que se ha quedado dormido, sobre su hombro.
—Hasta el año que viene —susurra.
Y se marcha dejando un rastro de pétalos de cebolla y la ventana inexistente del baño entreabierta. Como para recordarme que la vida, a veces, se cuela por los lugares más insospechados.
¡Feliz 20 de mayo!
22 ideas sobre “CUMPLEAÑOS FELIZ”
Qué maravillosa manera de celebrar el cumple que con este cuento precioso❤️Muchísimas felicidades con pulpos locos de alegría🥰
Que no nos falten los pulpos. Y menos aún, los cumpleaños.
Gracias, Aurora 🥰
Muchísimas felicidades! ❤️
¡Muchísimas gracias! 😊🥰
Felicidades!!!
Magnífico texto.
Muy importante, para leerlo y recordarlo cada día.
Un abrazo, amiga y gracias por tu fidelidad a La bancarrota…
Pues sí, porque cada día es un trocito de cumpleaños.
Fidelidad en doble dirección, Azurea. Es un delicia leerte.
¡Gracias por tu felicitación! Un abrazo
Ya echaba de menos estos relatos tuyos con los que hacía tiempo no nos deleitabas.
Me ha gustado especialmente eso de “no envejecemos….evolucionamos”. Es el tipo de sabiduría que uno solo alcanza después de lesionarse por estornudar con demasiado entusiasmo, o cuando te preguntas, después de coger algo que se te ha caído al suelo, si vale la pena volver a levantarse.
Pero no, no estamos envejeciendo, ¡estamos evolucionando! Jajaja.
En fin, muchas felicidades, espero que pases un gran día. Un beso grande.
PD: Luego hablamos.
Y en esa evolución te aparecen cada vez con más descaro tus trazas de poeta, Javier. Esto se pone interesante 😉
A estas horas y aún sigo con la resaca de una buena conversación. ¡Gracias!
Un beso
Felicidades!!! Preciosa entrada y muy original. Gracias por compartir!!! Un abrazo.
¡Gracias a ti, Marylia! Un abrazo grande.
Todos, aun en la más absoluta soledad, tienen derecho a una fiesta de cumpleaños…Mágico, evocador y abierto a la esperanza.
No podría expresarlo mejor, Óscar. En algún lugar leí que «antes perdemos la vida que la esperanza».
Muchas gracias por tus palabras.
Muchas felicidades!!!
Un montón de gracias 😊
Fantástico. Qué imaginación más desbordante. Y qué evidia… 😀
Y con la edad empeora 🤦♀️
Pero nada de envidias, que la ciencia tiene mucho de imaginación, solo que, por suerte, la mantenéis dentro de un orden (aunque existe la Teoría del Caos, ¿no? 😉).
Saludos
¡Felicidades! ¡Bello texto! «La aduana emocional»…me encanta.
Abrazongo.
De lo más exigente ese aduana 😉
¡Gracias, Teresa!
Abrazazo
¡¡¡FANTASTIFELICITACIONES!!!
Con cumples como el tuyo me apunto aunque no haya velas suficientes para poner en mi tarta.
Al soplar las velas de tus cuentos se rejuvenece, aunque te salgan arrugas por las sonrisas y lágrimas de buen humor.
Gracias siempre por inyectarnos tu poética alegría y la esperanza de muchos cumpleaños.
FELICIDADES Y ABRAZO GRAAAAAAAAAAAAAANDEEEEEEEE.
Estoy de acuerdo contigo en que no hay velas suficientes para tanta humanidad como la tuya; con razón eres grande, José Antonio.
Y como mi cumpleaños es fantástico y fantasioso, soplo de nuevo las velas y pido un deseo, otro: que sigamos juntos, revueltos y arrugados por la risa y el humor.
Chin, chin, gran hombre 🥂🥂🤗🥰
Bueno!
¡Muchas gracias! 😊