Mi abuelo se levantó un martes con la convicción de que necesitaba una actualización. Pero no de vitaminas ni de prótesis de cadera de última generación, no: una actualización del sistema operativo.
Fue directo a la tienda de informática del barrio y pidió, con el tono de las decisiones importantes, «la versión premium de la vejez». El dependiente, un chaval con granos y camiseta de superhéroes, lo miró con la misma expresión con que miraría a un ordenador colgado. Pero el abuelo insistió:
—Mira, estoy cansado de este modelo. Demasiadas caídas, memoria saturada y, lo peor de todo, —hizo una pausa y se señaló con el dedo índice el esternón—, este ventilador interno que hace un ruido espantoso cuando subo las escaleras.
El chico, entre divertido y asustado, le vendió un disco duro externo del tamaño de una caja de cerillas. Mi abuelo lo llevó a casa y se lo enchufó al pecho con cinta aislante. Desde entonces, asegura que ha hecho varias copias de seguridad de su corazón. Por si acaso.
En el grupo de WhatsApp familiar ya no manda fotos de nietos, sino pantallazos de «diagnóstico de sistema»: batería al 63 %, nivel de almacenamiento crítico, se requiere una restauración a la versión anterior. Mi madre se desespera e intenta, inútilmente, que vuelva a entrar en razón.
La semana pasada vino corriendo a mi cuarto y entró sin llamar. Estaba pletórico.
—¡He descubierto el modo avión! Es una maravilla, nadie me molesta y siento que floto. Tienes que probarlo, te va a encantar.
Y ayer apareció en el salón con un mensaje en la frente escrito con rotulador rojo: «Actualización en curso. No apagar ni desconectar de la corriente». Se quedó quieto en el sofá durante horas, con la paz de quien ya no teme perder ningún dato importante.
Cuando abrí la puerta de su habitación esta mañana, había dejado una nota manuscrita: «Si no despierto, es que me he quedado a vivir en la nube. Nos vemos online».
Mi madre no deja de llorar. Yo, en cambio, no dejo de mirar el móvil, por si me llega alguna notificación de su nuevo estado.
2.º Premio en el II Concurso de relatos Canal Sénior.
21 ideas sobre “NUEVO ESTADO”
¡No me extraña que te hayan dado el premio! Menuda preciosidad de relato, Margarita. Es de esos que se te quedan pegados al cuerpo. Así da gusto.
Me alegra oírtelo decir, Aurora; cuando lo escribí, me pasó algo similar. Bien sabes que hay relatos a los que se les quiere un poquito más y cuesta dejarlos marchar. 😘
En los tiempos que vivimos no es mal lugar vivir en las nubes.
Buenísimo. Enhorabuena.
Un abrazo, amiga.
Mejor que en la inopia, sí; en las nubes, al menos, no faltan las buenas vistas. Y, según cuentan, hay humedad de sobra para plantar un huerto.
¡Gracias, Azurea»
Un abrazo.
Eso de competir contigo, concurso tras concurso, se está convirtiendo en una buena costumbre. Los dos cultivamos el campo. Sin embargo, tú cosechas tomates y pimientos, y yo boniatos y batatas. Lo que me hace pensar que tengo que cambiar de semillas.
Muchas felicidades Margarita por tu segundo puesto.
Te sigo leyendo, unos pasos por detrás.
Pues anda que no están ricos los boniatos ni nada, Guillermo. No perdamos las buenas costumbres, que esto de escribir no es tanto ganar como hacerlo bien y, por desgracia, no siempre van de la mano.
¡Muchas gracias!
Un abrazo.
No dejas de sorprenderme.
Como siempre estupendo.
Ya sabes, el día que deje de sorprenderte es hora de dejar de escribir. Solo por verte por aquí, intentaré que eso no ocurra 🧡
Margarita, lo primero ¡Hola! de nuevo. He estado algún tiempo desconectada de ti, debo haber puesto el modo avión como el abuelo.
Enhorabuena por este pedazo relato, muy bueno y muy en lo actual, que se empieza a ver como lo cotidiano. Mal que mos pese!.
Un beso y espero no quedarme colgada en la nube para poder seguir disfrutando de ti
El modo avión es un gran invento, Aurora, así que disfrútalo mientras puedas y te dejen. Es una buena forma de desacostumbrarnos de las rutinas que damos por cotidianas y no deberían serlo.
Cualquier día nos encontramos en alguna nube, y más ahora que la estación es propicia a encapotar el cielo.
Un beso grande.
Enhorabuena por este relato Margarita.
Bajo ese toque de humor tan tuyo, demuestras gran ternura con la que, a mí al menos, has logrado conmoverme. De hecho, aunque me desvíe un poco del tema, me ha recordado los últimos años de mi padre.
Esos años en que algo se rompe y de repente eres tu el que se convierte en el padre de tu padre. Antaño fuerte y firme, de ordeno y mando, y al final inseguro, lento impreciso que no recuerda lo que le dijiste hace cinco minutos y que nunca quiere estar solo.
Al menos siempre te queda su recuerdo y la satisfacción de haber podido devolverle una pequeña parte de todos los cuidados que me proporcionó a lo largo de la vida, hasta que podamos reencontrarnos nuevamente en la nube.
Un beso.
Coincido contigo en que es un relato tierno. Quizá porque nunca he tenido la oportunidad, ni la tendré, de tener unos recuerdos precisos y preciosos como los tuyos y tengo que imaginarlos o tomarlos prestados de los que tenéis a bien compartirlos.
Como el abuelo de esta pequeña historia, allá llegaremos todos «si el diablo no nos lleva antes», como dicen en mi pueblo. No queda otra que ponerse las pilas. Y disfrutar de los nietos 😊
Un beso.
Muchas felicidades Margarita. Me ha encantado y me he reído como una loca, qué divertido. Me ha parecido maravilloso!!
Besicos muchos.
Cuánto me alegro, Nani. No hay nada más provechoso, y relajante, que reírse con ganas.
Un beso grande, como tú 💖
Enhorabuena x lo Canal Senior, te he buscado en san google y descubro que incluso has ganado un mes en abogados ( pq lo cancelarían, el concurso?? ), 4 años, tú. Yo me tiré desde el principio al final, jaja…Y que eres de Pucela. Y que eres psicóloga en Ceuta. Y es que yo tb participé en este II Canal Senior, jaja, ahora espero con ilusión, jajaja, ver eo 6/10/25 los otros relatos y votar, etc. Veo que eres una escritora nata, mucho gusto, Margarita, te sigo tu blog y un gusto. Vivo en Cantabria. Besitos
Hola, Ana María. Veo que hemos coincidido en más de una ocasión. Y, por lo que cuentas, seguro que habrá más. Aunque el que no para de contar es san google, da hasta miedo.
Ahora me paso por Canal Senior. Gracias por comentar. Un gusto. 🥰
¡Hola, cómo estás! Me encanta el tono de tu escrito, esa mezcla de ternura, humor absurdo y un pellizco de melancolía que te deja con una sonrisa torcida y el corazón un poco arrugado. Es como si alguien hubiera metido a mi abuelo en un capítulo de Black Mirror escrito por Cortázar con un toque de sitcom familiar. Lo primero a destacar es cómo el texto convierte la vejez en una metáfora tecnológica sin forzar la máquina. El abuelo no es solo un viejo que se aferra a la vida; es un sistema operativo obsoleto, pero con una chispa de rebeldía que lo lleva a buscar su propia «actualización». Esa imagen del disco duro pegado al pecho con cinta aislante es puro oro: absurda, poética y, de alguna forma, profundamente humana. Es como si el abuelo dijera: «Si no puedo con la vida, al menos que me den un USB para intentarlo». El humor está clavado, con ese dependiente de camiseta de superhéroes que no sabe si reír o salir corriendo, y el abuelo soltando perlas como lo del «ventilador interno» que hace ruido al subir escaleras. Es tan visual que casi puedo verlo jadeando en la escalera, señalándose el pecho con cara de «esto no va fino». Pero lo mejor de todo es cómo el texto equilibra ese humor con un trasfondo que pica: la fragilidad de la memoria, el miedo a «perder datos» (léase: la vida, los recuerdos, el amor), y esa lucha quijotesca por no quedarse atrás en un mundo que te empuja a la obsolescencia. El giro del «modo avión» es una puñalada maestra. No solo es gracioso imaginar al abuelo «flotando» en su burbuja, sino que también te hace pensar en cómo todos, en el fondo, buscamos desconectar para no colapsar. Y luego, el remate con la nota en la frente y esa quietud en el sofá… Ahí el texto da un volantazo hacia lo emotivo sin caer en el drama barato. Es sutil, pero te golpea. La madre llorando, el narrador mirando el móvil esperando una notificación… Es el duelo moderno, esperar una señal de alguien que ya no está, pero que quizás, solo quizás, sigue «en la nube». Me recuerda a esos relatos que te hacen reír en voz alta y luego te dejan mirando al techo, pensando en tu propia «copia de seguridad».
Saludos!
¡Madre mía, Marcos, qué delicia de comentario! Cuando leo algo así, tan trabajado, se me encoge la muñeca. Qué puedo decir. Un simple gracias se queda muy corto.
La fuente de la historia eres tu y tu arte escribiendo. Tienes una mano diestra y una imaginación desbordante, salpicada de genialidad.
Saludos!
Me ha encantado. Es ingenioso y con un humor muy sabio. No me extraña que hayas tenido premio. Muchas felicidades y gracias por compartir.
¡Qué tierno y qué lindo este relato, Margarita! Ay, todos llegaremos a «la nube» tarde o temprano…ojalá que más tarde que temp´rano. Mientras tanto, el modo avión nos ayuda a recargar las pilas. Abrazote.