MUÑECAS

Hoy está muy guapa con ese vestido nuevo, pero hay algo en su mirada vacía, algo roto. Sus manos tiemblan mientras nos baña, nos viste, nos peina.

La habitación, oscura y asfixiante, parece más pequeña. La puerta se abre. «Es la hora», dice una voz desde el quicio. Nosotras caemos al suelo, inertes. Con los ojos cerrados, escuchamos las notas difusas de la marcha nupcial. Tenemos frío. Queremos que la niña vuelva.

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