Empezó a llorar cuando llegó el momento de ir al trastero. No conseguía acostumbrarse y eso que cada año, al menos una vez en cada cambio de estación, iban a dejar la ropa de temporada y todo lo que ya no utilizaban. Y es que ver allí al abuelo, junto a las casetes, el árbol de navidad cojo con el espumillón colgando y las fotos desleídas por la humedad le partía el alma. Ella no creía que alguien pudiese recuperar la memoria así, viviendo rodeado de viejos recuerdos, pero no olvidaba que a sus hijos no debía llevarles la contraria.
Publicado en «Sea usted breve. Relatos cortos para sobrellevar encierros largos». Cultura Torremolinos.
4 ideas sobre “DESCENDENCIA”
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🧡
Duro, pero cierto. Nuestros mayores, o son trasteros o chachas.
No sabemos qué hacer con ellos; ni siquiera combinan con el sofá nuevo, ¡tremendo!