LA REINA DE LA CASA

Ya desde prescolar, Fernando siempre fue el más «saborío» de la clase, pero el único que llevaba unos preciosos —y carísimos— «botines escamondaos», lo que era motivo de burlas y escarnio de todos los compañeros de la clase, que aumentaban con la edad y el paso de curso.

Fue en quinto cuando, harta de heredar la ropa de mis hermanos y sus libros pintarrajeados, empecé a ponerle ojitos y a pasarle los problemas de «mates” resueltos. Luego me cambié el nombre por Isabel. La Historia se encargó del resto.

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